Cuando parece que empezamos a salir del bache de la pandemia, aparecen nuevos avatares que vuelven a dar un giro a nuestra vida (guerra en Ucrania, crisis energética, inflación…) pero si algo no cambia en nuestro devenir, es que vuelve la Navidad.

Bien es cierto que a unos nos puede gustar más que a otros, pero con independencia de ello, lo que, si es cierto, es que la Navidad es una de esas épocas del año, en la que, en mayor o menor medida, hacemos nuestro particular viaje interior, esa introspección reflexiva, primero echando una mirada atrás de cómo ha sido el año, y después creándonos una visión de cómo nos gustaría vernos en nuestro futuro más inmediato.

Pues de esto va este post, de compartir nuestra reflexión navideña, con el deseo de que te puedas llevar algo útil para tu viaje interior navideño.

¡Allá vamos!

La propia vida es la que va moldeando nuestro carácter y valores, del mismo modo que nuestro carácter y valores moldean nuestra vida. Las oportunidades y los riesgos van y vienen (es bueno ser como los sauces; ¡flexibles!), pero nuestras emociones y los defectos de comportamiento impiden que las aprovechemos.

Vivimos en una sociedad en la que el éxito se mide únicamente en términos monetarios. No debemos olvidar que el dinero no tiene conciencia y que la mayoría de las decisiones en la vida motivadas por la avaricia tiene resultados infelices. Benjamín Franklin decía que “la obtención del dinero era siempre un medio para conseguir un fin, no un fin en sí mismo”.

A pesar de los desastres humanitarios vividos en las últimas décadas (podríamos alargarnos más el tiempo), ya sean de origen natural (a veces por la influencia del hombre en el tiempo) o promovidos por nosotros mismos, seguimos centrándonos demasiado en las cosas y no lo suficiente en los intangibles que hacen que las cosas valgan la pena; “No todo lo que cuenta puede ser contado, y no todo lo que puede ser contado cuenta”.

En el ámbito corporativo, el mejor crecimiento proviene de poner el caballo de hacer las cosas para los clientes por delante del carro de los objetivos de ganancias.

Las empresas tenemos el deber de añadir valor a nuestra sociedad, al mismo tiempo que es licito que el requisito principal de cualquier empresa es obtener beneficios, al mismo tiempo que exigirnos gestionar los procedimientos con ética profesional, porque siempre una buena ética, es un buen negocio.

Con independencia del contexto que nos toque vivir, la confianza lo es todo, porque la confianza es la piedra angular de la mayoría de las relaciones en la vida. El éxito de las organizaciones depende de la confianza de los clientes en los productos y servicios que compran.

En este tiempo de Navidad, de reflexión, cada uno de nosotros tiene que decidir por sí mismo hasta qué punto se centra en las cosas y, de hecho, en que cosas se centra. A nosotros nos gusta, en todo lo posible centrarnos en las oportunidades a largo plazo, haciendo todo lo posible por ignorar las inevitables dificultades a corto plazo. Porque la riqueza no se mide por los meros euros, nuestra fama no se mide por los elogios públicos, y que el poder no se mide únicamente por el control de los demás.

En el momento que nos comprometemos con algo… ¡la providencia se pone en funcionamiento!, audacia y compromiso cuando se unen son un conjuro perfecto para convocar a la providencia a nuestro favor.

Si hacemos las cosas con coherencia y convicción, el lema “sigue adelante”, sin importar las circunstancias ha resuelto, y seguirá resolviendo muchos problemas. La energía y la perseverancia conquistan todas las cosas. Sin olvidar contar con buenas dosis de paciencia, mientras que nuestro éxito llega.

Siendo conscientes que vivimos en un entorno muy competitivo, hemos elegido ser un poco atrevidos y jugar a ser, tal vez, un poco diferentes, dedicándonos a la Gamificación con tintes clásicos (aunque la tecnología también nos acompaña en nuestras dinámicas).

A través del juego entrenamos habilidades y conocimientos, tratamos de echarle imaginación en los juegos que creamos, nos gusta aplicar máximas dosis de integridad en los procesos para la puesta en escena de cualquier dinámica, con la total lealtad y compromiso con los clientes, y siempre impulsados de aportar altos niveles de valor; ¡ser útiles!

Por supuesto que también hemos tenido que echarle del otro valor en los momentos de peligro, buen humor en la adversidad, pero mostrando humildad en los logros. Nos gusta medir el éxito, no en lo que conseguimos para nosotros mismos, sino en lo que aportamos a nuestros clientes.

En resumen, esto es la esencia de lo que hacemos, siempre ha sido nuestra impronta, nuestro carácter, pero a pesar de ello, somos conscientes que el tiempo y la casualidad nos otorga cosas, y también nos las quita. Lo que tienes va y viene (¡que levante la mano quien pensó que viviríamos una pandemia!).

Entonces… ¿Dónde están las cosas por las que medimos nuestra vida?, ¿Cómo podemos medir las cualidades que dan sentido a nuestra vida y carreras profesionales?

A menudo el carácter requiere fracaso, adversidad, contemplación, determinación y firmeza. Requiere encontrar el propio espacio como individuo; ¡ser uno mismo!

¿Debemos medir el éxito o por lo que tenemos o por lo que somos?

El éxito no es la clave de la felicidad. La felicidad es la clave del éxito”. Las cosas más importantes en las empresas y en la vida, no se pueden medir. ¡Son intangibles!, intangibles que tienen un valor muy superior al de tantas cosas tangibles cuya naturaleza es, finalmente intrascendente.

¿Qué valor le damos a la pasión, la devoción y la confianza? ¿Cómo valorar la amistad, la cooperación, la dedicación?

No queremos acabar nuestra reflexión en esta Navidad sin brindar contigo por algo que a veces se nos olvida, que es esencial, y nunca puede faltar en las empresas, en nuestros hogares y en nuestro buen hacer….

¡¡¡¡Un brindis por el sentido común!!!!

Os deseamos una muy ¡Feliz Navidad!, un exitoso 2023 donde os esperamos para seguir jugando.

Equipo athax

«La gente raramente tiene éxito en algo antes de divertirse en lo que hacen» (Dale Carnegie)

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